lunes, 21 de mayo de 2012

Peter Pan


“Duérmete, mi niño; sueña –me dijo Peter Pan-.
No he llamado a la puerta para no despertarte,
Pero si te despiertas, no te asustes ni grites.
Soy Peter Pan, amigo. Me escapé de mi casa
el día que nací. Oí a papá y mamá
hablar de lo que yo sería de mayor,
y, como si algo había que tenía clarísimo
era que no quería ser mayo,
los dejé con un palmo de narices
y me marché al país de las hadas.
Ahora soy el jefe de una tribu de niños
caídos de sus cunas a quienes rescaté
de la muerte. Y vagamos por los umbríos parques
de la ciudad, a modo de mínimas luciérnagas,
libres de todo afecto humano.
Suéñame, niño mío. Déjame que te coja
de la mano y te lleve conmigo a Neverland,
para que te diviertas a mi lado corriendo
las más extraordinarias aventuras,
para que sigas siendo siempre un niño
y no trabajes ni te mueras.

-Pero ¿quién eres?-dije- que no pesa tu cuerpo
ni te puedo tocar,  que le dices al sol
lo que tiene que hacer, que no estás triste nunca
y que, vestido de hojas secas y telarañas,
paseas por las feéricas noches de Kensington?

-Soy la alegría de la juventud,
el pájaro que, roto el cascarón, se asoma
al misterio insondable de la vida. El instante
que permanece. El niño que habla con las hormigas
y con las lagartijas, las piedras y los árboles.
El que sabe el lenguaje de nubes y estrellas.

Luis Alberto de Cuenca
Poesía 1979-1996
Ed. Cátedra
Págs. 359-360